miércoles, octubre 25, 2006

Trinchera

Las heridas de la tierra muestran a ojos ajenos la vida inteligente. Pero el zapador es un insecto que acaba ciego. El ingeniero rasea los trazados de sus hermosas vías; busca un contrapunto a los senos del paisaje o de los territorios fronterizos entre la ciudad y ¡mire, usted!, el campo.
Como en el teatro más descarnado, su propósito no es otro que el de mostrarnos, en las metamorfosis de la vida y la muerte en la trinchera, qué es en realidad la vida. Un ingeniero de almas, entonces.

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