El niño se enfrenta con el esquema de un glaciar -blanco, azul y marrón- las diferentes morrenas que produce, distinciones que pasarán de moda. Pero él no parece comprender las relaciones de causalidad implicadas. De hecho, hay un problema más grave. La morrena, ¿es parte del glaciar o no? ¿Requiere el glaciar aquella unicidad sustancial que no admitiría la roca, la roca que no fundiese en superficie a cero grados centígrados?
El niño llega a la metáfora del río de hielo. En este tipo de cosas pensaría Aristóteles cuando admitía entre las metáforas las que transportan de género a especie y de especie a género: el río de hielo no fluye a la escala de las tardes humanas. ¿En qué pensaría Heráclito?
Pero digo mal, no es que las admitiera, es que de no dar Aristóteles la definición que da, no sería definición de metáfora. La definición, más exigente consigo misma que con lo definido. ¿Qué diría Cayetano? ¿Qué diría Daneri?
El niño llega a la metáfora del río de hielo. En este tipo de cosas pensaría Aristóteles cuando admitía entre las metáforas las que transportan de género a especie y de especie a género: el río de hielo no fluye a la escala de las tardes humanas. ¿En qué pensaría Heráclito?
Pero digo mal, no es que las admitiera, es que de no dar Aristóteles la definición que da, no sería definición de metáfora. La definición, más exigente consigo misma que con lo definido. ¿Qué diría Cayetano? ¿Qué diría Daneri?
Arnulfo Alirón, Memorias de un maestro voluntarioso, Madrid, Tejavana, 1983.
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