Los inimaginables lapsos temporales acercados por una dramatización que une la singularización, a veces hasta llegar al nombre propio, y los rasgos de humor, muy profesionales, verdadera sabiduría actoral, por parte de los reptiles mamiferoides o de los decadentes anfibios gigantes (futuros esqueletos de hombres antediluvianos, como es sabido). Lo sublime por el lado del contraste: la humanidad del drama (tan previo al drama de la humanidad), la cercanía de las peripecias de individuos o de especies, y el tan ajeno tiempo geológico, la negación misma de la común experiencia humana.
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