La piedra cae del cielo y cuando acierta deja la fruta como una mala palabra nos deja el día. La piedra respeta al vecino (para qué te quiero, quijada de asno) y la palabra salta su valla en las noches fugaces de estrellas y destellos. Las palabras construyen sus propios muros. Sintaxis a hueso y mampostería de gramática parda. Llueven chuzos de punta, como si fueran polisílabos azules.
Arnulfo Alirón, Memorias de un maestro voluntarioso, Madrid, Tejavana, 1983.
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