Por los sembrados, el tranco adquiere la aperiodicidad del rengo. Un ritmo ternario que puebla los de pan llevar de sombras y construcciones suburbanas. Y eso si el caminante no topa, como el agrícola golpea un cráneo (dijo el poeta), con un canto de dimensiones respetables y trastabilla como un rigodón en variedades.
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