Al puerto, con su paradójica hospitalidad, se le asignan leyendas históricas que ribetean el territorio anfractuoso de la verdad. Entre los pinos, claros que cruza el arrendajo, heraldo impertinente. Está el género de los puertos que no descubren una panorámica inteligible y que nos hacen dudar de su propia condición, que nos asoman a un engañoso valle lateral que no es aquél que buscamos y prometían los sedicentes viajeros.
Como de la condición de las fronteras y los tributos, de cuya verdad no dudaríamos si no fuera porque es tan usual mostrar con subrayada deixis am phantasma los legajos, los documentos, las señales de tráfico.
Como de la condición de las fronteras y los tributos, de cuya verdad no dudaríamos si no fuera porque es tan usual mostrar con subrayada deixis am phantasma los legajos, los documentos, las señales de tráfico.
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