Nos entretenemos en comprobar lo avanzado de tan particular digestión, con sus grumos, sus coágulos y sus podredumbres fosilizadas. Esto nos pasa por no tener, como Abel, ovejas, que cagan bien y con semillas de trébol. Y es que alimentar el suelo, la metáfora nos sea permitida, nos recuerda cómo todo se pierde.
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