El aire movido parece tranquilizar a las abejas. No suenan sus susurros posibles ni el paraje amaga otras amenazas que la torcedura eventual de un tobillo. Este día fresco, de viento del Noreste, que señala el final del verano en estos robledales, no excluye la gracia en technicolor del serbal, ni la promesa de la zarzamora, pero sí los baños alegres y la siesta sin manta. De momento, llevamos el jersey en bandolera, como una toalla asimétrica. De un azul veneciano, eléctrico ma non troppo.
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