De la acequia bombea un agua turbia y detenida, pero dulce como agua de motor. Paso en la bicicleta y los afanes del regador me entretienen hasta el próximo bache. Al volver, la bomba sigue funcionando.
Adelanto a un hombre al que me he cruzado antes. Ha caminado kilómetros por una lechuga y puede que dos tomates. La salud y una vida hecha a la pobreza. A ese hombre le conozco de hace tiempo. A sus ojos claros no parece molestarle el sol. Las vacas de la vaquería se agrupan como si eso aliviase el mediodía. Cruzo el río cansado. Sudo agua con sal.
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