La lluvia concede al día una calidad opaca y que iguala carretera, cuneta, las colinas de los lados y el camión que aparece en el cambio de rasante, que también acaba de aparecer. Ahora es el día el que transmuta la lluvia ordinaria y monótona en una nada gris, en un ectoplasma en que se materializan objetos brillantes por húmedos. Sólo la lluvia no brilla y ha de esperar al extenderse sobre el asfalto, se requiere el ángulo adecuado, para convivir con esos objetos brillantes que ella ha hecho brillantes, con el raro brillo que vemos en la niebla profunda, en los rótulos amarillos, los cromados renovados.
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