viernes, enero 26, 2007

Barro

El barro, que de él estamos hechos, de él los pies de nuestros ídolos, de él los sueños, se asocia al mundo plano e infinito de los cursos bajos, donde los grandes ríos dejan languidecer sus meandros.
El barro es de las extremidades, de los pies y de las manos; pero el barro contiene también su propio soplo que comunica a los cañaverales y a las ratas de agua. Como se ve, lo asociamos a terrenos de matorral más alto que de ordinario, líquido y vertical como una rendición holandesa.
El barro procede también de las lluvias muy pisadas. Existe el barro vertical de las trincheras, el mundo pardo donde se es ya un poco cadáver y los cadáveres reviven pero tan tenuemente como un dudoso aparecido. Quizá el soplo del barro sirva para otras cosas, pero no para devolver la vida a los hombres que se han vuelto barro.
El barro desliza y es groseramente deleitable. Las pellas de barro facilitan colisiones chatas y un tanto borrosas, pero el barro oculta paralelepípedos e inesperados prismas. Oculta también los frutos axiales del torno. Nos oculta.

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