Una carretera es ahora el pasado. Los dos carriles nos hablan del hogar o de la infancia, o nos parecen un pasado sin arcenes y sin relojes. O una sensación de lejanía, cuando nos sucede lejos de territorios conocidos, que puede virar también hacia los vidriosos dominios de la memoria.
En esas ocasiones, uno puede detenerse y pasmarse contemplando un guijarro o algún insecto que recorre la parte más árida de la cuneta. O puede uno pensar en las carreteras fallidas, en los proyectos inconclusos, en las carreteras que acaban en un lugar innominado de la sierra, justo cuando ésta deja de engañar o cuando se acabaron el dinero o las ganas. Es otra variante del pasado, igualmente indefinida pero teñida de las debilidades humanas. ¿Despreciaremos la falta de plan o elogiaremos el juvenil empuje? ¿Diagnosticaremos una catástrofe que acabó con algunos veranos que, dada la infantil ausencia de relojes, calificaremos una vez más y tontamente de eternos?¿O nos evitaremos la literatura como si ello fuera posible?
1 comentario:
Hoy te han quedado todos de guardar :-)... pero mucho.
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