lunes, septiembre 11, 2006

Paseo. Excursión

La hierba o el matorral y los senderos casuales se tornan guijarros sueltos y desnudos que, al poco, van creciendo en tamaño y dificultando la marcha. Voces de cierta contundencia cruzan el valle, pero cada vez es más difícil identificar su origen, por no decir descubrir su sentido. Piensa en campesinos poseedores de extrañas claves guturales o piensa en los insectos a sus pies, que se han especializado en un avanzar trabajoso pero, al parecer, eterno.
Las piedras caen de la ladera que conmemora el desgaste, el paso del tiempo, erosión eterna también y rápida, a fin de cuentas. Rápida y que deja nuestro tiempo humano en nada. Más arriba, las rocas firmes pero cariadas, testigos también del aire, del agua o de los inviernos.
Hoy preside el Sol el ascenso y las sombras ya están muy acortadas. Las distancias hace ya un rato que han dado muestras de su terquedad en el engaño o en, por utilizar una palabra no carente de èpica, la decepción.
Como siempre, descenderá antes de tiempo, asustado de un modo suave, sin ningún botín memorable, con alguna duda.

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