Moretti más bien cartógrafo, el topógrafo literario se ocupa de áreas reducidas, a la escala del individuo y de las piedras que arroja con una honda. En un volumen en octavo, eso equivale a trabajar en la transición entre dos capítulos como quien se esconde en un ribazo o estima fanega y media.
Póngase que calibra una oración compuesta y el párrafo que le sigue al objeto de saber si la herencia de una alegoría de pasada está bien repartida. El pago tasado está a la altura de la superficie medida, valga el volumen de la expresión.
El geodesta, por su lado, no puede descabalgarse de la Ilíada o de la Eneida (La Odisea es, más bien, para navegantes que miran el Sol a su mediodía). Eso, si no les da por el Ramayana o por la Guía de Teléfonos, salvo la de Soria que ha sabido mantenerse dentro de los cauces de la lírica.
Pero los poemas épicos suelen estar achatados por los polos, es decir, no se frecuentan todas sus regiones por igual, porque sus lectores sólo quieren medir algunos fragmentos señalados del hexámetro meridiano. Nos dividiremos las sílabas como si fueran hazañas valerosas.
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