En su escala, las palabras se comparan con exabruptos que van perdiendo su calidad gutural a medida que ascendemos, así nos detengamos en un apatito cacuminal y de articulación reticente.
Cada cuál lleva su instrumental léxico para comparar el vocablo con que le asaetean ("como sueles venir en la blasfemia") con los insultos bien calibrados en su escala léxica: la dureza de "majadero" es dos; la de "rufián" tres y medio. Como todas las escalas de este tipo, ésta es meramente ordinal, o quizá su relación con la fisiología de la laringe y del oído le han comunicado un audible aire logarítmico. En otras palabras, dado que no economizamos ni oxonienses proferencias ni bovulares berridos, cada vez nos va costando más insultar a la gente como es debido.
1 comentario:
Siempre nos quedará el sospechoso "no hay mayor desprecio que no hacer aprecio"
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