El viento arma sus teatros, que luego desbarata. O no, porque eso es también su teatro, con sus dioses en un canasto y otros efectos especiales.
Este teatro dispone de un apuntador que nos asusta con sus improperios, que -por venir con el viento- son en lenguas para las que el diccionario nos falla, sus hojas que el viento arrancó.
Este teatro dispone de un apuntador que nos asusta con sus improperios, que -por venir con el viento- son en lenguas para las que el diccionario nos falla, sus hojas que el viento arrancó.
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