El documental, que se sirve de las más acreditadamente recientes técnicas de animación, escenifica el jurásico o el cretácico en los lugares actuales construidos o ubicados sobre los materiales que entonces comenzaban a formarse. Una ciudad reconocible: la brevísima arquitectura. O el paisaje quebrado del paraje ahora mismo. No claro cuando las huellas que ahora preserva pudieron formarse y, justamente, preservarse. La vegetación sí que evoca los helechos y coníferas de antaño. Ha parecido adecuado sustituir a las aulagas y bujos de hogaño. Todo queda en verde, pero la tonta identidad parece exigir las sierras peladas, castigadas con una deforestación pentateucal y ovejera.
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