El futuro es una ilusión que abrazamos convirtiéndolo en pasado. Hablamos de lo que sucederá (futuro imperfecto de indicativo, valgan el oxímoron y la redundancia) y proyectamos un proceso pasado de modo que su inicio coincida con lo que ahora vemos. Es un mecanismo de una sencillez extraordinaria y que nos sugiere que el futuro ya ha sido.
Es bastante claro que procesos tales han de ser deterministas y estar determinados. Y eso implica aislar el proceso, jugar a la metonimia entre el modelo y su referente, más azaroso. Por eso y por otras cosas, deberemos manifestar nuestra preferencia por las leyes que se parecen a grandes principios, así las de la termodinámica. Por este camino, algunos preferirán la ley de Murphy, que viene a decir que si algo puede salir mal, saldrá mal. Nosotros nos inclinamos por una ley ejemplarmente apodíctica: todo saldrá mal. Mientras tanto, construyamos nuestra casa sobre roca. Nuestro discurso, sólo hay que dejarlo ir.
Es bastante claro que procesos tales han de ser deterministas y estar determinados. Y eso implica aislar el proceso, jugar a la metonimia entre el modelo y su referente, más azaroso. Por eso y por otras cosas, deberemos manifestar nuestra preferencia por las leyes que se parecen a grandes principios, así las de la termodinámica. Por este camino, algunos preferirán la ley de Murphy, que viene a decir que si algo puede salir mal, saldrá mal. Nosotros nos inclinamos por una ley ejemplarmente apodíctica: todo saldrá mal. Mientras tanto, construyamos nuestra casa sobre roca. Nuestro discurso, sólo hay que dejarlo ir.
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