domingo, febrero 04, 2007

100 millones de años después

Los abismos temporales del pasado y los del futuro se convierte en golosina para la perezosa imaginación humana. La deriva de los continentes y la procesión de las especies (para decirlo de modo adecuado a la medios divulgativos: en lugar de tectónica de placas y evolución).
Ganas de ser otro o ganas de que el sitio donde estamos sea otro. Se trata de que, pues yo soy yo y la circunstancia de quien sea, cambiar la segunda parte del yo, pero a lo bestia. Y sin tocar la primera.
Al mismo tiempo, sentir una nostalgia como un cosquilleo carbónico. La vista hacia el pasado. Y también en esa dirección de brújula loca que llamamos futuro.

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