Soñamos con los lugares mal cartografiados de nuestra infancia, con veranos o con inviernos que son ya tan borrosos como un día fueron nítidos y brillantes. Recorrer los campos o los montes es diferenciar parajes y poblarlos de fantasmas, a veces por el mecanismo aleatorio de los sueños. Aunque esos campos y sus veredas tenues desaparecieron, nos siguen visitando aquellos sueños misteriosos donde todo se combina y celebra un matrimonio extraño y levemente intranquilizador.
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