En una ciudad con muchos coches y muchas cuestas, los animosos turistas guían sus bicicletas uniformes con la alegría de la mañana de Mayo. Debe de tratarse de visitas a exteriores. Quiero decir que no llegan a, pongamos que un museo, dejan sus bicicletas e ingresan en él con sus pantalones cortos y sus pescuezos enrojecidos por el sol y las pedaladas.
Les sigo con la vista por la calle de Huertas y les olvido. Tal vez hayan llegado al control de avituallamiento y se estén tomando unos helados cerca de la Puerta de Toledo.
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