Nos topamos de nuevo con las ilustraciones naturalísticas en que la fauna de un continente se congrega armónica en un reducido paraje, algo así como el Parque de Cabárceno, pero sin vallas. Una insistencia icónica que después de las iniciativas editoriales de los testigos de Jehová perdió su antigua nombradía. Sobre todo porque lo que se concebía como un recurso económico (en otras palabras, la economía sintética de la representación y sus componentes arbitrarios, que no se interpretaba como una imagen global) pasó a concebirse como una literalidad panorámica y panóptica, el paraíso, el jardín o el valle que se contempla entero desde un punto de vista sin especial privilegio.
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