Con el cloro, con lo por simplificar -o por dárnoslo ya simplificado- se dio en llamar cloro, hemos alimentado concienzudamente una familiaridad que ya ha registrado episodios como el de un cierto cambio de gusto del sentido de gusto. Nos devuelve a pasados veranos el sabor del cloro. El agua azul, nos habilita la memoria, o esa parte inferior de la misma que linda con la más sensibles ñoñerías y con las peores literaturas.
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