No reparamos en la Luna poniente. En la mañana, a poco del plenilunio y alineada con la avenida (los plátanos sin podar que se han dejado crecer hacia arriba), el satélite compone una imagen que vale por unas cuantas azules lunas. El Sol con su característica cortesía espera a que la Luna haga mutis. O el mar, que decía Charles Best, que no era el Marino (scudo a sembianza di non piena luna).
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