La leña no está hecha de piedras ni de palabras, pero las palabras arden según regímenes que nos recuerdan diversas calidades de madera. Las piedras que arden siempre nos resultan paradójicas, pero el lector sabe de su importancia. En cuanto a la leña, comparar el haya y la encina nos hace pensar en dos retóricas de distinta gravedad, que no recuerdan demasiado a las elocuencias subitáneas de los respectivos árboles levantados.
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