domingo, abril 15, 2007

A la orilla

El pantano ha recibido las aguas con su hospitalidad suavemente cóncava. Ahora recibe a los domingueros que ensucian sus alrededores o, simplemente, buscan los cantos planos más adecuados para hacerlos rebotar.
La vista obedece al intelecto y acepta que la exigua extensión de agua marca la horizontal. Sol y resol no ayudan al convencimiento. El estómago, un ligero mareo, tampoco. La franja entre la vegetación y el agua, estrecha, se ilumina con botellas y otros restos. El cielo, más que azul, propende a un gris melancólico, como corresponde a la tarde de un domingo.

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