jueves, febrero 28, 2008

Dios aprieta pero no ahoga

La vaca muerta debía de estar hacia el Collado porque la geometría de las grandes aves es siempre exacta. Era una vaca que el viejo había conservado, nadie sabía muy bien por qué y que había acabado por tener medio abandonada en el monte.
Lo cierto es que las rentas del viejo eran nimias, pero aquella mañana había ingresado unos miles de pesetas al vender un remolque que, como la vaca, nadie sabía por qué todavía conservaba en el garaje.
–Dios aprieta pero no ahoga –dijo alguien.
Alguien pensó en lo felices que son los que creen tal cosa. El invierno estaba cerca y ya había oscurecido. Pasamos por la puerta del cementerio y alguien hizo una broma. Al entrar en el pueblo por la calle de arriba aún llegamos a apreciar al viejo, que entraba, agachado, una carga de leña en su casa.

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