El asfalto nos ha hecho olvidar una de las ontologías más contundentes de la omnitudo realitatis, la piedra del camino, que nos habla de nuestro fatum al Sur y al Norte del Río Grande.
Pero un paseo campestre nos devuelve a la realidad erosiva de la piedra suelta o aglutinada por el mismo suelo que vamos pisando. La estructuración de la metáfora está ya, como bien se dice, cantada y sólo quedará reconocer que somos como una de esas piedras y que, en el mejor de los casos, acabaremos en una cuneta no demasiado desfavorable.
Tembién están las piedras en el camino, que son obstáculos no necesariamente insalvables para un recorrido que se prefigura sublime. La sabiduría convencional hace de estas piedras en el camino una de las mayores virtudes de éste, que así se convierte en vía para las más altas empresas. Hay que cebarse pues, como buenos calvinistas, con las piedras en el camino. O incluso, convenzámonos como mejores calvinistas de que las piedras del camino con las que nos hemos cebado se lo merecían y de que además su ruina es nuestra gloria.
Pero un paseo campestre nos devuelve a la realidad erosiva de la piedra suelta o aglutinada por el mismo suelo que vamos pisando. La estructuración de la metáfora está ya, como bien se dice, cantada y sólo quedará reconocer que somos como una de esas piedras y que, en el mejor de los casos, acabaremos en una cuneta no demasiado desfavorable.
Tembién están las piedras en el camino, que son obstáculos no necesariamente insalvables para un recorrido que se prefigura sublime. La sabiduría convencional hace de estas piedras en el camino una de las mayores virtudes de éste, que así se convierte en vía para las más altas empresas. Hay que cebarse pues, como buenos calvinistas, con las piedras en el camino. O incluso, convenzámonos como mejores calvinistas de que las piedras del camino con las que nos hemos cebado se lo merecían y de que además su ruina es nuestra gloria.
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