O el yeso entre el salagón. Un crecimiento vegetal que le adjudicaríamos a las venas magmáticas que permeaban el gneis de este verano con su magmatismo rosa y ascendente como de videojuegos de segunda generación. Pero los calados y sus rocas blandas contribuyen potentes a la entropía. Lo hacen por el vino, con sus espejismos y los puntos puestos al tablero, después de nuestra jornada sentimental bajo arcos fajones y entre iglesias de arenisca torneada por unos pocos siglos.
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