Seguramente, el de hoy no es un día comparable al de hace siete, pero la plaza nos agobia: nos agobiamos y nos agobian los muros que recortan el aire transparente. De entre todos, los vendedores de patatas fritas y su juego con la pausada policía municipal. Así es la vida: Los que tienen puesto, lo que tienen una tabla, los que tienen un saco, los que sólo piden la voluntad. Y de entre estos, algunos que la piden literalmente. Abúlicos, acabamos abúlicos.
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