El anticiclón prolongado es una calma chicha de nuestro metabolismo. Nos asentamos en el anticlímax de una narración que no sabemos por dónde va a salir. Ni siquiera si va a salir o si todo concluye en una nada soleada hasta que las sombras de la tarde y luego la noche nos muevan a otros cuidados. Quizá la edad adulta sea también un cruel, inescapable, camino de otros deterioros, de otras suaves entropías.
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