A los pocos minutos en el prado helado los pies quieren bailar torpemente y golpeamos el suelo con eficacia escasa y con algo de dolor. Una gota de aire contribuye al malestar y a la impaciencia. Ahora bailamos al inviable compás de nuestro hastío y el barro congelado nos depara una materia sorprendente para imaginar futuros deshielos. O la lluvia o la nieve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario