domingo, noviembre 25, 2007

Hielo, barro, huellas.

El camino nos acerca por fin a las dos piscinas. Una está helada y la otra no, las dos al sol y expuestas a nuestro escrutinio. El hielo amenaza la pared de la piscina pequeña, la helada, que tiene forma de media luna y se sitúa a la cabecera -o a los pies- de la grande. Inmune al aire, deja que el agua del otro vaso -que diría el encargado, ahora cesante-, se encrespe mientras un escalofrío tenue nos recorre.

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