El otoño avanzado nos regala con la breves tardes. Todos los días, anochece de pronto. Casi nunca nos hemos guardado un rayo de sol y si nos lo hemos guardado, peor. La noche, en cambio, nos mantiene en su calor paradójico de pies fríos y esperas en la parada del autobús. La lechosa claridad de la ciudad, que se dice, cubre el tráfico del día y los peatones son sombras convencionalmente apresuradas. Se ha quedado raso. Helará.
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