domingo, julio 26, 2009

Piscina a lo ancho (para una colección de paseos veraniegos)

Tirarse de cabeza cuando no es metáfora y es literal en la piscina azul de tanta alcachofa. El discente niega cualquier dolor tras la tripada progresiva. Ése es el triunfo de la pedagogía. Es el alumno ha emprendido el viaje exigente de su obcecación sagrada.
Se ha comprobado con ciencia y con rigor que las lecciones de zambullida se imparten casi siempre por la tarde y mirando al oeste, desde donde el Sol no deja de calentar el agua y de movernos a improvisar viseras, contraatacadas desde el reflejo que parte del agua y de otros segundos cielos.
Más tarde aún, el Sol y la toalla enjugan las esférulas de luz que permanecen sobre la piel de los bañistas, un tanto decepcionados, todo hay que decirlo. En la piscina se entretienen extraños animales procedentes de un mundo perdido, de una sentina abarrotada de infatigables depuradoras y sus orines de décadas, un museo que atesora algunos bañadores Meyba.

Tomado de Joaquín Javier Pi y Pi, Compás entre equinoccios dislocados, Lemóniz - Gatica - Amherst, Cuadernos ingrapables, 2009.

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